Después de analizar y reflexionar en el pasado #MuseosPro acerca de
los diferentes perfiles profesionales que trabajan en los museos, en el
próximo debate se hablará acerca de la formación de estos mismos
profesionales. ¿Qué estudios son "necesarios" para poder trabajar en un
museo? ¿Cuál es la mejor opción formativa? ¿Qué nos van a pedir de cara a
un puesto de trabajo?
Desde mi experiencia personal, y creo que todos estaremos de acuerdo, opino que una buena formación base en el ámbito en que queremos desarrollar nuestra actividad es fundamental.
De ahí el protagonismo que han ido adquiriendo en los últimos años los
posgrados y másters, los cuales cada vez son más numerosos y
específicos.
En primer lugar, es importante saber qué tipo de
perfil queremos tener y enfocar así nuestra formación: si queremos tener
una visión general, si nos decantamos por la gestión, por la
museología, por la comunicación, o bien por la educación. En mi opinión,
la especialización del perfil, preferiblemente con unos conocimientos
básicos en Museología o museos, favorece el enriquecimiento del equipo y
la comunicación entre profesionales, así como a llevar a cabo un
proyecto común sin entromisiones ni intrusismos.
Una vez elegida
la rama profesional, los aspectos más importantes a tener en cuenta a la
hora de realizar un posgrado o máster son los siguientes:
- Temario amplio y específico.
- Metodología basada en ejercicios de evaluación, supuestos prácticos, ensayos, y seguimiento por parte de un tutor y total disponibilidad del mismo.
- Profesorado profesional y con experiencia en la temática.
- Posibilidad de prácticas o seminarios en los que aplicar los conocimientos teóricos. (Muy importante).
Sí, las prácticas son muy importantes, es la prueba donde tenemos que demostrar nuestra capacidad profesional. Porque, ¿de qué nos vale saber cómo funciona o se gestiona un museo si luego no vamos a comprobarlo mediante la experiencia? ¿Para qué queremos saber cómo funciona un coche si no vamos a conducirlo?
Sin
embargo, por desgracia, no son muchos los másters o postgrados que
garantizan la posibilidad de realizar prácticas en instituciones
culturales, y muchísimo menos remuneradas (inexistentes me atrevería a
decir). No solo se debería fomentar la creación de nuevos convenios, sino también, a su vez, mejorar la calidad de estas experiencias profesionales.
Tanto por parte del centro educativo como por la mismas institución, se
debería velar porque los alumnos/becarios salgan con conocimientos
prácticos útiles para el desarrollo de su profesión. Actualmente, los estudios de grado incluyen un período de prácticas de carácter opcional; queda por saber la calidad del mismo y su utilidad de cara a la inmersión laboral.
Tampoco
podemos esperar que un máster o un posgrado nos abra las puertas de los
museos. Si es importante la formación, la experiencia lo es aún más, y
me atrevo a afirmar que es lo que más se mira a la hora de elegir un
candidato en cualquier ámbito laboral. Por eso mismo, lo ideal es aunar conocimientos y mucha práctica
y, en estos tiempos que corren, a falta de posibilidades de conseguir
un trabajo en este sector que nos permite engrosar el currículo, pocas
alternativas quedan a la de emprender e iniciar proyectos profesionales de manera individual o con algún colectivo ajeno a grandes instituciones, pero ese ya es otro tema... Otra posibilidad es intentar optar a alguna de las becas ofrecidas por el Ministerio de Cultura o el de Exterior, como las de Gestión Cultural en el Exterior convocadas por MAEC-AECID, las del Museo Reina Sofía, el Museo del Prado, y demás. Yo, personalmente, es una opción que dejé de contemplar, pero sin duda es una muy buena oportunidad para conocer desde dentro la maquinaria de las instituciones culturales.
Parece
que acceder a un puesto de trabajo en un museo no es cosa sencilla, y
puede desanimar el pensar que todo esfuerzo es en balde. No seré yo
quien empiece a hablar de los métodos de selección y contratación, pero
sí defiendo una formación cultural (y por qué no, museológica) completa
basada en la teoría y reforzada en la práctica como parte esencial de un
trabajador cultural. Es la única arma de la que disponemos para
enfrentarnos a la cruda realidad laboral: buscar vías, seguir
trabajando, aprender cada día y convertirnos en auténticos
profesionales. En mi caso personal puedo decir que sido afortunada, pero
siempre habrá un escalón más que subir.
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